Los investigadores rastrillaron dos importantes lagos de deshielos siberianos. Luego extrapolaron esos resultados hasta situar las emisiones de metano de los lagos siberianos en 3,8 millones de toneladas por año. Ello representa un aumento de 10% a 63% en las emisiones de todas las zonas húmedas boreales, según se considere la aproximación alta (40 millones de toneladas) o la baja (6 millones de toneladas).
A título comparativo, el excedente calculado por Katey Walter y sus coautores es ampliamente superior a las emisiones francesas de metano, calculadas en 2004 en cerca de 2,8 millones de toneladas. La concentración atmosférica promedio de metano pasó de las 700 partes por mil millones (ppb), a mediados del siglo XVIII, a 1.745 ppb en 1998.
Sin embargo, a diferencia del dióxido de carbono, el metano tiene una duración de vida en la atmósfera relativamente corta, del orden de los diez años. Además, como observa Didier Paillard, paleoclimatólogo e investigador del Laboratorio de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente, “está sujeto a variaciones importantes de concentración, en función de la latitud y de la estación del año”.
Aparte de la reevaluación de las emisiones naturales de metano surgidas de las zonas húmedas boreales, los investigadores calcularon la velocidad con que se forman esos lagos de deshielos por efecto del calentamiento. Al comparar imágenes satelitales de la zona estudiada, llegaron a la conclusión de que la superficie de los lagos de deshielo siberianos aumentó lo suficiente como para que sus emisiones de metano se hayan incrementado en 58% entre 1974 y 2000.
Esta situación es no obstante menos alarmante de lo que parece. “El deshielo de las capas superiores del permafrost sólo genera formación de lagos de deshielo si las capas inferiores siguen congeladas”, explica Krinner. “Cuando estas últimas hayan sufrido también el impacto del calentamiento, podrían dejar filtrarse el agua y, de un golpe, los lagos podrían desaparecer”.
El proceso de formación de esos lagos podría por lo tanto no ser más que un fenómeno transitorio, como lo han hecho ya saber investigadores estadounidenses, cuyas observaciones, publicadas en 2005 en la revista “Science”, sugerían una desaparición de los lagos de deshielo en Alaska.
Fuente: The New York Times
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